miércoles, 28 de enero de 2015

Trastolillo

De entre los duendecillos hogareños nativos de Cantabria, el más conocido es el Trastolillo, llamado en algunas partes Trasgu, que vive cerca de las casas y entra en allas a hacer picardías.El Trastolillo es un ser juguetón y atolondrado que siempre está riéndose. Es pequeño y más negro que el hollín, con melenas del mismo color.Tiene cara de pícaro y ojos muy verdes, colmillos retorcidos, dos incipientes cuernecitos y un rabillo que casi no se nota. Cojea de la pierna derecha desde que una vez se cayó por una chimenea, que es por donde entra en las casas cuando encuentra los ventanucos cerrados. Viste una especie de túnica roja que se hace de cortezas de aliso cosidas con hiedra, se toca con un gorrito blanco de madera desconocida en el monte.

EL TRASTOLILLO / EL TRASGU
Todas las cosas inexplicables que pasan dentro de casa tienen por autor al Trastolillo: él tira al suelo el saquito de harina que el ama de casa deja bien alejado del borde de la mesa cuando se pone a hacer pan, él se bebe la leche que sólo hace un momento llegaba hasta el cuello de la lechera, él quema las gachas de maíz arrimando al fuego el puchero que ya había sido retirado, él hace entrechocarse los utensilios de cocina que todavía siguen moviéndose cuando uno mira sin ver a nadie, él esconde las albarcas que estaban ahora mismito a la entrada de casa y que no hay manera de encontrar, él corre las aldabas de las ventanas por la noche para que el viento las haga chirriar.

Por lo general la gente sabe que detrás de todo está el Trastolillo y ni se sorprende ni asusta, pero hay veces en que se pone a hacer bromas más insospechadas y el que las sufre ni piensa por un momento que se deban a él.

Por ejemplo, hay veces que en la oscuridad de la noche se pone a gemir quejumbrosamente y entonces toda la casa se alrma, se levanta todo el mundo preguntándose unos a otros por qué gemían, si les dolían las muelas, si estaban tristes, y se confunden sus explicaciones para al final volverse a la cama desvelados. ¿ Y qué decir de sus pícaras risitas en esos silencios íntimos que quedan cuando en la alcoba el marido le dice a su mujer cosas tiernas con vocecita de niño? - Ji,ji,ji,ji,ji. Es el bribón del trastolillo. Y, como puede imitar perfectamente la voz de cualquier animal, ya sea el maullido de un gato, el gruñido de n cerdo o el rebuzno de un asno, los sustos que provoca son mayúsculos

La Anjana

La anjana (de jana, antiguo nombre con que se designaba a las hechiceras durante la Edad Media) es un personaje fantástico, referido por el costumbrista Manuel Llano en el primer tercio del s XX como parte de la mitología cántabra. Este autor recoge en su obra cuentos que dice haber oído a pastores y gente del campo (transcritos en dialecto montañés) relativos a la anjana en los valles de Santillana, Valdáliga, Rionansa, Lamasón, Polaciones, Cabuérniga, Aras, y Meruelo.

En los relatos de Llano se representa a esta con largas trenzas adornadas con lazos y cintas de seda, ceñida la cabeza con hermosas coronas de flores silvestres. Visten una fina y larga túnica blanca que cubren con una capa azul, y en sus manos llevan una vara de fresno, espino, o una pica dorada, con la que golpean la tierra, el agua, u otros objetos para hacer sus encantamientos. Tienen una piel blanquísima y una mirada amorosa y serena, pero pueden convertirse en personas, árboles, animales u objetos inanimados. Generalmente son seres bondadosos que amparan y ayudan a la gente necesitada o afligida, y poseen grandes palacios subterráneos, ocultos en torcas y cuevas -frecuentemente en fuentes y ríos-, en donde guardan magníficos tesoros que a menudo usan para tentar y castigar a los codiciosos y soberbios, o para favorecer a los más humildes o desfavorecidos de buen corazón. Llano pone en boca de un vecino de Viaña que algunas anjanas llevan ropa y calzado a los menesterosos cada cuatro años en el día de Reyes. Pero también hay anjanas malvadas, si bien su poder suele ser neutralizado por las bondadosas. Estos seres feéricos son los antagonistas de los crueles y despiadados ojáncanos y ojáncana.

A las anjanas se las ve paseando por las sendas de los bosques, descansando en las orillas de los veneros y en los márgenes de los arroyos que parecen que cobran vida. Conversan con las aguas que manan de las fuentes y manantiales que es donde viven. Ayudan a los animales heridos, a los árboles partidos por las tormentas o los ojáncanos, a los enamorados, a aquellos que se extravían en la frondosidad del bosque o en el rigor de la nevada, a los pobres y a los que sufren. Cuando pasean por los pueblos dejan regalos en las puertas de los que se lo han merecido y si se las invoca pidiendo ayuda, ellas la prestarán, si quien la pide es buena persona, pero también castigan a quien obra mal.


La anjana está íntimamente relacionada con seres mitológicos como las xanas (mitología asturiana), las lamias, las mouras (mitología gallega), Mari y Mairu (mitología vasca) y las encantadas, de hecho una y otras, en esencia, son versiones diferentes de la misma narración pero adaptadas a entornos culturales particulares.